Poesías Leonlandesas 2
El amor y el peregrino
Enciéndese el faro,
La noche serena
Las huellas de arena
Y el agua del mar
La cima del mundo
El más bello astro[1]
Destella y palpita
En todo lugar
Los rompientes suaves
Los médanos quietos
El cáliz y el vino,
La sed a saciar.
El oleaje fresco
La tormenta cerca
El rayo que irrumpe
Y hace temblar
Dos gotas doradas
El piélago duerme
Y el cayado enclava
El justo lugar
El romero sueña
Un sueño de misa
De mirra e incienso,
de luz y de altar
Descansan las ostras[2]
Los peces voraces[3]
Y calla el madero
El secreto a dar
Zaherida el alma
Observa las rocas
Peñascos dolientes[4]
Que gritan piedad
Guijarros que cuentan
Lejanas pasiones
A la Finisterre
Él viene a orar
El amado sabe
Que su amada espera
Que le lleve un poco,
Un poco de sal.
La leyenda dice
Que él se hizo pez[5]
Y ella una perla
Que tragó la mar.
Violeta Paula Cappella
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