Oda al silencio


Por Alice de Cappella


Era un silencio alerta en medianoche.

Con lunares de grillos y de ranas.

Era un silencio quieto, serio, oscuro,

castigado por doce campanadas.


Luego, el silencio se volvió más blando,

se derretía en cada hora marcada

y suavemente lo empujó la brisa,

tintineando al pasar por las persianas.


Era un silencio tenue, madrugando.

Con trinos picoteando claroscuros.

Y un relincho de crines al galope 

se burló del silencio que dormía. 



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