Tres poesías leonlandesas

Allí viene el miedo


Pasaron los años lentos
Y con ellos los gobiernos
Plantaron naranjos y limas
Donde hubo un cementerio

Comieron los hombres felices
E infelices se hicieron
Cuando de los cargados naranjos
Manzanas de oro quisieron

Golpearon las manos, los puños alzaron
Contra quienes les dieron
Hicieron hoyos en la tierra
Y así se volvieron ciegos

Vinieron los de la primavera
Y de todo les prometieron
Los hombres alegres y brutos
Se hicieron uno con ellos

No vino el sol ni la cosecha
No vino la hierba fresca
Ni tan siquiera el otoño
Cubrió el suelo de hojas muertas

Llegó presto el invierno
Y con él todo el desierto
Los que antes clamaban justicia
Hoy reciben llorando al sepulturero

Sombra de lo que fue, es
Sangre joven, sangre seca
Hambre que ruega al cielo
Que la patria no se muera

Ojos tristes, tristes besos
Bebe vinagre del propio
El que creyó que era vino bueno

Bebe, que bebe el sediento
Que supo tener tanto y ahora,
Por angurriento, ni siquiera tiene un peso

Violeta Paula Cappella





La caminata sin huella

Recuerdo que estabas triste
Cuando los sueños se fueron
Dormidos quedaron tus ojos
Y mudos tus labios bellos

Dijeron que te habías ido
Con la dama del averno
Conjuros y otros rezos
Aullaron los lobos negros

Te vi, te vi pasar como pasan
Las sombras pesadas en celo
Esqueletos de plata y plomo
Cruzando mares de fuego

Seguí tus pasos sin huella
Como no deja marca en el aire
Todo pájaro que vuela

Seguí sin saber a dónde ibas
Hasta que el final sin encuentro
Me dijo que yo había muerto

Violeta Paula Cappella




El vuelo del cuervo

Ellos, los hijos de la paloma
Alzaron sus brazos al cielo
Clamado que vuelva la madre
Antes que los devore el cuervo

Graznaron los héroes de barro
Que los hombres erigieron
Son como el consorte Saturno
Con anillo de gas y hielo

Vuelan los pichones dispersos
A expensas de todos los vientos
Canta glorioso el caos
Que desató el nudo del infierno

Calla la paloma triste
Viuda del justiciero
Se marchitan sus jardines
Que otrora geranios dieron

Cae la tarde sin prisa
Vendrá noche sin Lucero
Nadie verá el alba
Que tanto les prometieron

Juzga el juez sin justicia
No hay libro ni derecho
Solo quedan los platillos
Vacíos de pluma e incienso

Ay de ayes grita el malvón
Al que podaron entero
Con la promesa de nuevos brotes
Hasta la raíz le royeron

Cumbres de las montañas
Donde vive solitario el eco
Hasta allá han de ir
Quienes quieran sus dineros

No los escucharán
Pues de nadie es el eco
Aprenderán por dolor
Que el huracán tiene voz,
Mas nunca ha tenido cuerpo

Violeta Paula Cappella






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